Por Astrid Paola Chavelas
En las rejas del Centro de Salud del municipio de San Mateo del Mar se aprecian las lonas con información en Ombeayiüts, la lengua materna que significa “nuestra boca”. En los recuadros rojos se observa mediante ilustraciones, las recomendaciones que la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha emitido para mitigar el contagio del Covid-19, que se ha convertido en un fenómeno que ha impactado la salud y la economía global, y ha profundizado las brechas de desigualdad y de acceso a la salud en las comunidades y poblaciones originarias.
El patio de la unidad está recién barrido. La ambulancia ocupa gran parte de la entrada. Dentro del consultorio unas batas clínicas sobre un perchero. El rostro afable de la médica no refleja el cansancio ni de los dos turnos que ha cubierto durante el fin de semana, ni del parto que ha atendido ese día antes de las diez de la mañana. El Centro de Salud ofrece servicio a más de 400 personas a la semana, la doctora Marisa Gutiérrez es una de las pocas médicas ikoots de la región de la zona lagunar, encargada de cubrir los turnos los fines de semana. Desde muy joven tuvo que vivir fuera de la comunidad. La doctora comparte parte de sus recuerdos y de su experiencia particular: desde la secundaria, ella tuvo claro que quería estudiar medicina, aunque entonces no tuviera presente todo lo que implicaba, sí sabía el sacrificio que representaba para ella y para su familia: “lo que me motivó fueron unas ganas enormes de convertirme en médico y ayudar a las personas de mi comunidad”.
Originaria de San Mateo del Mar, la doctora Marisa es la mayor de sus cinco hermanos. Su abuela, de origen zapoteca, llegó muy joven a la comunidad, ahí se casó y fue una de las pocas mujeres que sabía cómo elaborar pan, debido a la gran demanda, doña Francisca decidió compartir su sabiduría con otras mujeres. Müm Prudencia aprendió de su suegra el oficio de la panadería, sus conocimientos en repostería le ayudaron rápidamente a volver ese oficio, en la oportunidad de sostener los estudios de sus 6 hijos, con el tiempo, logró adquirir materiales para comprar un horno que le ayudó a ampliar su negocio, lo que además le permitió apoyar a su esposo, que era músico, y se trasladaba de una comunidad a otra amenizando las fiestas patronales.
Después de hacer su residencia en el estado de Veracruz y viajar constantemente a su comunidad para visitar a su familia y a su pequeña hija, en 2004 llegó al Centro de Salud de San Mateo del Mar para prestar su servicio médico. Ser parte de una cultura y pertenecer a una comunidad con fuerte arraigo identitario, ha fortalecido su proceso de aprendizaje. Esta dualidad permea gran parte de su práctica profesional. La doctora Marisa comparte que, en su cultura, el tratamiento que se les da a las personas que fallecen es muy diferente, pues implica sobre todo una relación de respeto con el cuerpo y con los ritos y las ceremonias que se emprenden después del fallecimiento de la persona.
Según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), la comunidad presenta un nivel muy alto de muerte materna en embarazo, parto y puerperio, la tasa de mortalidad infantil es de 41.7. En este escenario donde la mayoría de la población no tiene acceso a un sistema digno de salud, la doctora Marisa, consciente del compromiso que adquirió al decidir estudiar medicina, realizó su residencia médica en su comunidad, acompañando nacimientos y dando atención médica culturalmente adecuada, explicando las afectaciones de las enfermedades y los tratamientos en lengua materna, esto le ha permitido trabajar de manera muy cercana con las parteras. La médica expresa la importancia de los nacimientos dentro de la comunidad, como un elemento de arraigo cultural, por lo que, siempre y cuando las condiciones de salud de la madre y el bebé lo permiten y no pongan en riesgo su salud, ella está de acuerdo. Ser parte de ese territorio, haber crecido y aprendido de la cultura que diariamente alimentan las prácticas cotidianas de las mujeres ikoots.
Las y los médicos que pertenecen a la cultura ikoots y hablan lengua materna, son contados dentro de la comunidad de San Mateo del Mar, después de terminar sus estudios, el internado de grado y el servicio social, las y los médicos se ven en la necesidad de ejercer la práctica privada. El mismo proceso de admisión de los servicios de salud actual, limita que las y los médicos puedan formar parte del sector de salud público y atender a la población de las comunidades a las que pertenecen, lo que permitiría una atención culturalmente adecuada, ya que, según lo que comparte la doctora Marisa, muchas veces, la problemática cuando hay que trasladar a una persona al hospital de especialidades ubicado en Salina Cruz, es que esta persona, sobre todo si es un adulto mayor, pueda comunicar sus malestares o entender en qué consiste la atención que los médicos le están prestando.
Estas son parte de las preocupaciones que la doctora Marisa, que ejerce desde hace más de once años, ha podido observar durante su praxis, el fuerte arraigo cultural observado en expresiones como su lengua materna, a pesar de los constantes procesos de aculturación a los que estuvo expuesta, le ha permitido tener un contacto más cercano con sus pacientes, a quienes puede explicarles con palabras cercanas a su cosmovisión y su cultura, no sólo los impactos que una enfermedad representa para una persona, sino cómo el tratamiento puede ayudar a modificar el curso de la historia natural de la enfermedad, lo que les permite a sus pacientes, tomar decisiones informadas respecto a su salud. La doctora Marisa representa uno de los vínculos entre la tradición y el ámbito profesional de atención a la salud. Ser parte de una cultura, estar involucrada en el contexto cultural comunitario, le ha permitido acceder a un nivel más cercano de atención con sus pacientes reconocer y difuminar las fronteras que existen entre la población, entre las prácticas de salud comunitaria y la salud pública. Esta dualidad de saberes y conocimientos, se ha traducido para la doctora Marisa en una práctica alternativa más cercana a las personas de su comunidad, desde la medicina occidental, la importancia radica en la diferencia en cómo se leen los cuerpos de maneras distintas desde estas prácticas diferentes y a veces opuestas a las cosmovisiones de los pueblos.