A veces cuando se pregunta en nuestras comunidades a hermanos amuzgos si están vacunados(as) contra el COVID 19 hay un silencio entre el miedo y la resignación en ésta comunidad amuzga de Oaxaca.
Son muchos los cuestionamientos que se hacen internamente en la comunidad, que si es una enfermedad que aventaron en el aire, que si no comemos saludable, que si debemos ponernos la vacuna que si nos quieren acabar a los indígenas, son muchas voces y sentimientos encontrados.
Otra realidad es que hay familiares de personas sobrevivientes al COVID 19 que nos comentan que aún están en crisis debido a que los estragos de la enfermedad, además de arrebatarles la salud, hizo que tuvieran que vender de emergencia sus bienes para tener acceso a tanques de oxigeno, atención médica y tratamiento adecuado en casa; han vendido ganados parcelas o sus familias han quedado endeudadas con prestamistas que toman las escrituras de sus bienes como garantía.
Pareciera que esta crisis abrió también algunas ventanas para “hacer negocios” con los más vulnerables. Prefieren “hospitalizarse en casa” que “morir en el hospital”; muchos(as) abuelos(as) amuzgos comentan que si uno esta muy enfermo y acude al hospital es casi seguro no regresará con vida a casa o que necesita un milagro para salvarse.
La reflexión va más allá de discutir si “existe o no existe” la enfermedad; la pandemia es una realidad que exhibe las muchas realidades que conviven en esta región frontera entre la sierra sur y la costa Chica de Oaxaca; es compleja y todo depende desde el lado que se mire.
Ante el problema del COVID 19 y el “Sistema de Salud” en las comunidades. Es fundamental considerar la experiencia de los médicos locales ya que son ell@s quienes han estado en la primera línea; no solo en esta pandemia, sino desde antes, en condiciones limitadas, con una estructura del sistema de salud deficiente, con poca disposición y sintonía en torno a las necesidades de una población mayoritariamente indígena-campesina empobrecida y por lo tanto con un acceso limitado a medicinas de alta especialidad; sin una cultura de asistir al médico y una sociedad renuente a soltar su convivencialidad, sus fiestas patronales, mayordomías, carnavales y demás festividades. Con un acceso limitado a pruebas de laboratorio para detectar oportunamente contagios entre otras limitaciones.
Una Doctora radica en la región desde hace más de 10 años. Perteneciente a la etnia Ñú Saavi, nos comenta en una entrevista:
Hoy en día pareciera que lo mas sencillo es culpar al gobierno; al sistema de salud o a las condiciones de discriminación que privilegian al “mestizo” por encima del “indígena”; pero también es una realidad que las comunidades no terminamos de asumir una posición de defensoras(es) de nuestro derecho humano a la salud; hacernos cargo de vigilar el buen funcionamiento de este y denunciar contundentemente tratos indignos, malas condiciones físicas en nuestras clínicas rurales.
No es necesario descubrir el “hilo negro” el problema considero no es el sistema de salud; el problema radica en que muchas veces en las comunidades (No quiero decir en cuales para no comprometerme) quienes operan este sistema de salud no están debidamente sensibilizados para dar el debido cumplimiento a las normas, protocolos y programas establecidos para la prevención de enfermedades y el cuidado de la salud comunitaria. Desafortunadamente a muchos colegas y compañeros(as) trabajadores(as) de la salud, pareciera que hacemos más por el dinero que por amor a la medicina, a la vida y el servicio a la comunidad.
Nos volvemos indolentes por ejemplo de mirar a nuestras(os) ancianitas(os) con diabetes formadas(os) desde las 3 de la mañana para que les den una atención a medias y una cajita de medformina. También hemos vivido casos de muerte materna por no llevar el debido control de las mujeres embarazadas; entre muchas otras situaciones que se presentan cotidianamente en la región y en mi consultorio he encontrado que las personas no desean ir por los malos tratos, por discriminación, por temor o simplemente por rebeldía.
Hay que reconocer que el origen de la rebeldía es multifactorial pero atraviesa porque nuestros funcionarios del sistema de salud no son cercanos a la gente; su obligación es informar sobre los programas preventivos de primer nivel y acercarlos a la gente ¿Qué programas hay?¿Que campañas hay y cuales vienen? ¿Por qué esta mujer no acudió a su cita?¿Como podemos apoyar?
Una comunidad informada es una comunidad con poder ¿Estamos empoderando a nuestras comunidades en términos del ejercicio del derecho a la salud? tenemos radios locales, perifoneo, redes sociales de Facebook y WhatsApp que incluso en las comunidades pequeñas funcionan, motivo por el cual me atrevo a decir que a algunas(os) operarios del sistema no lo hacen es porque “no les interesa” cumplen con el mínimo necesario, trabajan elaborando informes, cobran su salario y dejan a la suerte de la ciudadanía el seguimiento.
Sumado a ello esto es la saturación de trabajo ya que según (buscar la fuente) por cada de población de entre 2500 y 4000 personas debe haber 1 medico general y una enfermera y en el municipio de San Pedro Amuzgos tenemos una población de 6632 habitantes lo cuál rebasa este parámetro.
Muchas de las veces nuestros gobiernos invierten mucho en infraestructura pero considero que si queremos mejorar el sistema de salud debemos invertir en “cabezas liberadas” en empoderar a nuestra ciudadanía para que se conviertan en defensores(as) del derecho a la salud, formemos centinelas de salud comunitaria en cada barrio, en cada cuadrilla, en cada espacio para que sean estos quienes sensibilicen a la comunidad y se acerquen los programas de prevención a la comunidad; acompañen en el buen funcionamiento del sistema de salud en cada municipio; que vigilen también que se de un trato digno y vigilen que los planes y programas de salud preventiva se ejecuten a cabalidad.