Entre la “promesa de progreso” y la realidad que enfrentan cotidianamente 79 municipios de los estados de Oaxaca y Veracruz; discernir es un acto de rebeldía.
A pesar de los esfuerzos de ejidatarios, personas defensoras de Derechos Humanos, instituciones académicas y sociedad civil organizada para colocar con la mayor claridad el tema y las implicaciones para la vida de las comunidades (urbanas, rurales y originarias) que se verán afectadas por el denominado corredor interoceánico; en la región persiste un clima de incertidumbre y polarización social caracterizado por la desinformación, la pérdida de confianza, la violencia contra personas defensoras de derechos humanos, abuso de autoridad, rumores, feminicidios y la impunidad con que operan células del crimen organizado.
La historia de lo que hoy denominamos “Corredor transístmico” o Corredor Interoceánico” tiene como trama principal el generar una ruta que facilite el comercio entre países de la denominada Alianza Pacífico (AP) con los mercados de Asia y Europa dónde se tiene contemplada la región del Istmo de Tehuantepec como sede central de un “carnaval del capitalismo global”, donde se busca generar condiciones “amigables” para la inversión de grandes capitales para infraestructura industrial; transporte, energéticos y suministro de materias primas. El soporte legal para este proyecto de dimensiones intercontinentales será el T-MEC y la denominación de Polos de desarrollo con lo que se determinarán las condiciones en materia de impuestos, seguridad y gestión territorial.
Lo que consideramos fundamental aquí es tener en perspectiva la visión de distintos actores en el escenario regional que han levantado la voz frente al avasallamiento institucional que difícilmente se atreve a mirar la “factura civilizatoria” de nuestro tiempo en forma de crisis del capitalismo global y el cambio climático. Lo que está en juego, más allá del “rescate del capitalismo en crisis”; los millones de dólares y la “generación de empleos”; es la vida en uno de los territorios mas megadiversos del planeta; el corazón y el buen vivir de culturas milenarias como la zoque, zapoteca, ikots; chinantecos y chatinos; el esfuerzo cotidiano de la cultura campesina; la pesca y la protección del patrimonio biocultural de los pueblos. El gigante de acero no se mira igual al nivel una parcela; un corral o una laguna que al nivel de un escritorio con promesas de un capitalismo “buena onda”.
El Comité de Defensa Integral de Derechos Humanos Gobixha A.C. monitreamos y acompañamos comunidades Istmeñas que conviven cotidianamente con el conflicto; pues consideramos importante hacer eco de lo que sucede y las afectaciones en las comunidades. Importante resaltar que el sureste mexicano es una de las zonas que muestran un mayor rezago en todas las áreas como la educación; salud, vivienda, salarios y acceso a información y servicios de calidad pero que cuenta con una mayor capacidad de autosubsistencia que regiones con un mayor desarrollo industrial del Noreste Mexicano que hoy enfrenta un desabasto de agua que mantiene en crisis a ciudades industriales como Monterrey Nuevo León.
¿Son los pueblos quienes están decidiendo sobre su territorio o son las elites institucionales, políticas y empresariales? ¿Están los pueblos y comunidades del Istmo siendo considerados para gestionar su propio “desarrollo” o se plantea continuar con esta lógica neocolonial con un visible rostro de tutelaje-dependencia centro-periferia? ¿Cuál es la vida que platea este megaproyecto para las comunidades y los sistemas biológicos que habitan el territorio? ¿Qué es lo que las comunidades desean cambiar en su región para honrar a sus ancestros y dejar un legado a las futuras generaciones?