Ciudad de México, 22 de octubre del 2019.
Señoras, Señores que integran la Mesa del Presídium.
Distinguidas/os Galardonadas/os de los premios compartir.
Distinguidas/os participantes a esta ceremonia.
¡Buenas noches¡
Gracias a las mujeres y hombres chontales que han construido con su pensamiento, con su vida, con sus pasos en la sierra, una forma diferente de ver y entender el mundo.
Gracias a las comunidades indígenas que me han enseñado a sentir las injusticias y clarificar mi misión por la vida.
Gracias a las organizaciones de derechos humanos que han sido como el abono para fortalecer mis raíces.
Gracias a las comunidades zapatistas por abrirme los ojos y mi corazón, para ver y sentir que soy chontal, que somos comunidades y pueblos indígenas y que la dignidad hay que defenderla siempre.
Gracias a las mujeres y hombres de Tequio Jurídico por fortalecer mi espíritu de lucha y caminar con migo por veredas estrechas pero con pasos firmes.
Gracias a premios compartir y a las mujeres y hombres que hacen posible con su pensamiento, trabajo, creatividad y compromiso la entrega de este reconocimiento.
Gracias a todas y todos ustedes por venir y acompañarnos en este momento.
Si vas a estudiar que sea para ayudar al pueblo y a los que más lo necesitan, así me dijo mi padre mientras cruzábamos el rio, en el paso de la hacienda, una mañana de julio del año 1986. Este pensamiento no estaba peleado de mi sueño de ser licenciado sin saber que significaba esto. Este pensamiento tampoco estaba lejos de las lágrimas de mi madre, cuando me vio partir montado sobre “el venado”, un burrito que me llevo de San Miguel Chongos a San Isidro Chacalapa, porque recuerdo que me había cortado la rodilla y no podía caminar las tres horas que se requerían para llegar de un pueblo al otro y conseguir el camión para comenzar esta aventura que me ha traído hasta aquí.
Aquellos tres acontecimientos y mi vida ligada a la comunidad, marcaron desde entonces mis primeras reflexiones sobre lo que años más tarde conocí como mi postura política. Es decir, dónde tenía que poner mi corazón, mi pensamiento y mi actuar, para no ser como un amigo me dijo, del montón.
Decidí ponerlos del lado del pueblo, del más necesitado/a, del oprimido/a, de la dignidad rebelde. Esta decisión me fue arrastrando como las aguas de un río crecido por bonitas aventuras, termine la secundaria, me fui a dar clases durante dos años apoyado por el conafe, terminé la preparatoria, luego la carrera de derecho. Mientras esto sucedía, un nuevo camino me atrapo, comencé en la defensa de los derechos humanos.
La falta de caminos para el acceso a nuestras comunidades; la privatización de la tierra colectiva, la falta de trasparencia de los recursos municipales, las detenciones arbitrarias, la exclusión de las agencias municipales en los procesos de elección, la discriminación por ser indígenas y la falta de reconocimiento constitucional de nuestros pueblos y comunidades indígenas, dieron sentido a mis estudios universitarios y me desafiaron a combatirlos. Por fortuna, tenía cómplices quienes compartían la idea de no ser abogad@s del montón, así nació Tequio Jurídico, un espacio que ha alimentado mi lucha durante 21 años.
En este camino me fui dando cuenta de las varias cosas que no armonizan la vida: La concentración de la riqueza en unos pocos a costa de los muchos; la creación de leyes que obedecen a los intereses económicos de unos cuantos, el despojo de los derechos y la perdida de la dignidad humana, la disputa de nuestros territorios y la imposición de medidas privativas para olvidar el sentido colectivo. Esto no ha cambiado a pesar del esfuerzo de hombres y mujeres que sueñan diferente.
Allá desaparecen estudiantes, aquí nos matan a defensores y defensoras de los derechos humanos y del territorio. Amanece y más mujeres son asesinadas elevando el número de feminicidios. Más allá los periodistas son desaparecidos. El riesgo de despojo de nuestros territorios crece y la avalancha de lo que allá abajo llaman la hidra capitalista sigue su ritmo. Reina la impunidad.
No tengo que explicar lo que se ve. Una triada criminal pone de cabeza a nuestros pueblos, nuestro mundo. El estado-gobierno que vence y no convence. Las empresas extractivas que construyen su riqueza fincadas en el despojo. El crimen organizado que nos arrebata el cachito de tranquilidad que tú y yo pudiéramos tener.
Hay que denunciarlo.
Nos están despojando del modo de pensar.
Nos están despojando de la palabra.
Nos están despojando de la tierra.
Nos están despojando del territorio.
Nos están despojando de la mujer y del hombre que lucho a nuestro lado.
Nos están despojando de nuestros símbolos.
Nos están despojando de nuestras formas de decisión.
Nos están despojando del derecho de vivir bien, con libertad, sin miedo, sin angustia.
Nos están despojando del derecho sagrado de permitir que nuestros pies anden las calles sin miedo.
Nos están despojando de la capacidad de indignarnos por tanto despojo.
En suma nos están despojando de la vida.
¿Saben qué? No todo es turbulencia. Existe una luz en la vereda.
En medio de estos despojos, existen mujeres y hombres valientes que no vamos a quedarnos con los brazos cruzados, o sea, ¡que no nos vamos a dejar!
En algún momento pensé y escribí. Este premio es como la semilla de maíz, que se siembra, se limpia y se cuida para que en el próximo año tengamos bonitas mazorcas y podamos compartir nuevas semillas. Lo sigo pensando así.
Ahora creo también que este premio es una invitación a no dejarnos, a seguir de pie y firme. Es una invitación a recuperar nuestro coraje y nuestra capacidad para indignarnos por las tantas injusticias que se comenten en nuestro cuerpo, en nuestro territorio, en nuestra vida.
Es una invitación no matar la esperanza. La esperanza que moviliza, la esperanza que construye. La esperanza para hacer realidad lo que las mujeres y hombres zapatistas han dicho siempre, la esperanza de saber que ¡OTROS MUNDOS SON POSIBLES¡
Muchas gracias
Armando de la Cruz Cortés